Frente a una enfermedad hepática terminal, existe una esperanza: el trasplante de hígado; el cual, además de significar una oportunidad de vida, conlleva una nueva etapa para el paciente.
En este sentido, pasa a ser una persona con una condición de postrasplantado, por ello es importante que continúe con los cuidados y siga las recomendaciones médicas, entre las cuales resalta el uso de medicamentos inmunosupresores de por vida.
Es importante saber que al tener una enfermedad hepática terminal, el hígado se va deteriorando hasta que se pierde por completo, ante ello surge la esperanza del trasplante. En el procedimiento quirúrgico, se extrae el hígado dañado (nativo) y se coloca un hígado (injerto) que lo suplantará en sus funciones.
El injerto está conectado al cuerpo del paciente y su sistema inmunológico al no reconocerlo, por ser ajeno, responder atacándolo, viéndolo como un objeto extraño y dañino. Por ello, para evitar este rechazo es necesario tomar ciertos medicamentos específicos en la fase post trasplante.
En esta etapa, el paciente pasa de tener una enfermedad hepática terminal a ser una persona con una condición de postrasplantado, es decir, debe seguir una serie de cuidados para mantener el hígado o injerto, funcionando adecuadamente. Lo cual, resulta en un proceso de adaptación.
Igualmente hay que tener presente, que el paciente post trasplantado es susceptible a unas series de infecciones. Las cuales son causadas por gérmenes y virus llamados “oportunistas”, debido a que aprovechan la oportunidad de los inmunosupresores tomados por el paciente y las infecciones.
Esto es producto de tener su sistema inmunológico menos reactivo, con una disminución de sus defensas, por lo que el sistema no responde de igual manera ante el agente externo, permitiendo pasar por alto virus, bacterias y parásitos que en condiciones normales el sistema inmunológico atacaría .
En tal sentido, en la etapa posterior al trasplante de dos grupos de medicamentos son indispensables para el paciente: los inmunosupresores y aquellos que protegen de infecciones como antibióticos y antimicrobianos.
Además, secundario al uso de los inmunosupresores, se puede presentar un déficit de vitaminas, anemia, hipertensión y otras condiciones. Por ello se necesitarán otra serie de medicamentos, como vitaminas o drogas destinadas para tratar la tensión, con el objetivo de mantener controladas las condiciones asociadas que puedan surgir.
Considerando lo anterior, desde el período de pre trasplante se debe explicar al paciente las implicaciones de la operación, para que esté consciente de todo lo que conlleva.
Por ello es importante recordarle al paciente que, si bien el trasplante representa una oportunidad de vida, al mismo tiempo significa entrar en una condición que amerita mantener un control y seguimiento de varias indicaciones médicas, así como tomar medicamentos permanentemente.
Cabe destacar que desde el momento en que se realiza el trasplante, la ingesta de los inmunosupresores es de carácter obligatorio, para reducir la reacción del organismo frente al órgano trasplantado, conocido en términos médicos como “rechazo al injerto”.
En este sentido los inmunosupresores se toman desde el primer día del trasplante durante toda la vida del paciente.
Por eso, los inmunosupresores son vitales para el paciente trasplantado, por lo que tiene que consumirlos sin modificar la dosis establecida por el médico tratante. Cualquier error de esta naturaleza puede significar la pérdida del órgano, luego de haber pasado por un largo proceso de preparación para el trasplante.
Sin embargo, las dosis se van disminuyendo (por indicación médica), a medida que avanza el tiempo luego de la operación. A partir de aproximadamente, entre los seis meses y un año después del procedimiento quirúrgico, el paciente post trasplantado solo necesitaría de la dosis mínima de inmunosupresores prescrita por su médico.
El organismo ya adaptado, debería el mismo riesgo de infección de cualquier persona normal. Incluso los antibióticos y demás medicamentos se deben tomar por un tiempo, es decir, mientras que exista un riesgo elevado de infecciones.
En definitiva, el trasplante de hígado representa una esperanza de vida para quien padece de una enfermedad hepática terminal, pero luego de la cirugía, comienza una nueva etapa para el paciente, donde deberá ser muy disciplinado con su tratamiento y el consumo de sus medicinas.